Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Y la luna nos miraba como ahora...

23/1/09 | |

EL PADRE Y EL HIJO

En un pueblo de la provincia de Izumo vivía un campesino tan pobre que cada vez que su mujer daba a luz a un hijo, lo arrojaba al río.
Seis veces renovó el sacrificio. Al séptimo alumbramiento, se consideró ya suficientemente rico como para conservar al niño y educarlo.
Poco a poco, con gran sorpresa suya, fue encariñándose con el pequeño.
Una noche de verano se encaminó a su jardín con el infante en brazos. Este tenía cinco meses.
La noche, iluminada por una luna inmensa, era tan resplandeciente que el campesino exclamó:
¡Ah, que noche tan maravillosamente hermosa!
Entonces el niño, mirándolo fijamente y expresándose como persona mayor dijo:
¡Padre, la última vez que me arrojaste al agua, la noche era tan hermosa como esta, y la luna nos miraba como ahora!
Lafcadio Hearn
Ilustración de Giovanni Clavijo