Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

El dragón y los reyes del blues

21/2/09 | |

Página de Giovanni Clavijo.
"Experimentó la sensación de vértigo, calor y asfixia, y se detuvo. La avalancha humana la empujó brutalmente hacia la entrada de un establecimiento. Aturdida, miró en torno suyo. Y, de inmediato, vio los ojos. No supo más. Sólo eso. No podía haber dicho qué color tenían, cuál era su tamaño. Unos ojos, sencillamente. Y, sin embargo, se sintió morir". Fragmento del cuento La hora del dragón, de René Marqués.
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