Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Los descubridores

4/1/10 | |


Los descubridores

Cierta vez- de eso hace ahora mucho tiempo- fuimos visitados por gruesos hombres que desembarcaron en viejísimos barcos. Para aquella ocasión todo el pueblo se congregó en las inmediaciones de la playa. Los grandes hombres traían abrigos y uno de ellos, el más grande de todos, comía y bebía mientras los demás dirigían las pequeñas embarcaciones que los traerían a la playa. Una vez en tierra –ya todo el pueblo había llegado-, los grandes hombres quedaron perplejos y no supieron qué hacer durante varios minutos.

Luego, cuando el que comía finalizó la presa, un hombre flaco, con grandes cachos en la cabeza, habló de esta manera a sus compañeros: Volvamos. Acto seguido todos los hombres subieron a sus embarcaciones y desaparecieron para siempre.

Desde entonces se celebra en nuestro pueblo –todos los años en una fecha determinada- el desembarco de los grandes hombres. Estas celebraciones tienen como objeto dar reconocimiento a los descubridores.

Humberto Mata, Imágenes y conductos (Caracas:Monte Ávila, 1970. En: Brevísima Relación. Antología del microcuento hispanoamericano. Santiago: Mosquito, 1990).