Su sexo, araña hambrienta en la telaraña de la noche. Sus senos, dos colinas coronadas de dientes, y su ombligo, delicada copa del licor de los hombres. Su cuerpo es el cantar de los cantares. No sabe si Dios la hizo para el placer o la devoción y se debate entre el Señor y los demonios. “Te ofrezco mis delirios, Señor”, dice. “Préñame de luz para conjurar este atado de sombras.” Se arrastra desnuda por los corredores del convento hasta que otras monjas, menos ardientes, la conducen al pozo donde tiemblan las estrellas. “Un baño de agua fría le hará bien”, anuncia la abadesa, que muy dentro reconoce que no hay agua que apague el infierno de su cuerpo.
Triunfo Arciniegas.PEQUEÑOS CUERPOS
Los niños entraron a la casa y destrozaron las jaulas. La mujer encontró los cuerpos muertos y enloqueció. Los pájaros no regresaron.
Triunfo Arciniegas.