Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

La servidumbre de los objetos

14/12/12 | |

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Entro a la cocina y veo a mi mujer sumergida bajo centenares de platos, tazas, fuentes, ollas, copas, cubiertos, coladores, espumaderas, aparatos eléctricos, tratando de limpiarlos y ponerlos en orden. Y me digo que no hay nada peor que caer bajo la dominación de los objetos. La única manera de evitarlo es poseyendo lo menos posible. Toda adquisición es una responsabilidad y por ello una servidumbre. De allí que ciertas tribus recolectoras de Australia, Nueva Guinea, Amazonía, hayan decidido no poseer nada lo que, paradójicamente, no es un signo de pobreza sino de riqueza. Eso les permite la movilidad, la errancia, es decir, lo que no tiene precio: la libertad.
Julio Ramón Ribeyro. Prosas apátridas.