¿El final fue demasiado grandilocuente para las necesidades de ustedes? Al morir, ella se volvió aire. ¿Aire enérgico? No lo sé. Murió en un instante. El instante es aquel momento de tiempo en que el neumático del auto corriendo a alta velocidad toca el suelo, después no toca y después vuelve a tocar. Etc., etc., etc. En el fondo ella no había pasado de ser una cajita de música medio desafinada.
Yo les pregunto:
—¿Cuál es el peso de la luz?
Yo les pregunto:
—¿Cuál es el peso de la luz?
Y ahora, ahora sólo me queda prender un cigarrillo e irme a casa. Dios mío, sólo ahora me acordé de que la gente muere. Pero ¡¿pero yo también?!
No olvidar que, mientras tanto, es tiempo de frutillas. Sí.
Fragmento (final) de La hora de la estrella, de Clarice Lispector. Traducción de Gonzalo Aguilar.