Mi maletín
Obviamente, fue por mi maletín que volvieron a contratarme para dar clases el siguiente semestre. Quedaron impresionados porque mi maletín se parecía muchísimo a un maletín.
Además, yo sabía caminar por los pasillos y cargar mi maletín. Era capaz de abrir con llave la puerta de la oficina y de entrar a la oficina. En la oficina tenía una silla giratoria con rueditas. Dejaba la puerta abierta durante el horario de tutoría y la cerraba bien apenas terminaba el horario de tutoría. La secretaria del departamento hacía todo lo que yo le pidiera, siempre y cuando fuera razonable. Elegía con cuidado las cosas que le pedía. Me mostraba enérgica y preocupada ante ella, pero con una sonrisa amable. Había un buzón de correo, con mi nombre grabado en letras gruesas, debajo del reloj. También hablé con algún estudiante, cuando me crucé con alguno en el pasillo, siempre con la expresión correcta, de ligero asombro y distracción, aunque todas las respuestas que di fueron claras y contundentes.
Lydia Davis.
De Esa gente que no conocemos. Traducción de Eleonora González Capria.